Historia

logoEELminiLos primeros accidentes de los que tenemos constancia en el País Vasco tienen lugar tras la popularización de la exploración y el estudio de cavidades que se da a partir de la II Guerra Mundial. En esos primeros años, los espeleólogos vascos suplirán la escasez de materiales y técnica con grandes dosis de ilusión y temeridad ante un mundo por descubrir: el peligro se conoce teóricamente, pero sin una conciencia real del mismo. Esto comienza a cambiar con la experiencia de los accidentes, que dejan en evidencia la gran complicación añadida de los rescates subterráneos respecto a los ocurridos en superficie. Concretamente dos de ellos, ambos en el macizo de Larra, serán decisivos en esta toma de conciencia:

  • El 14 de Agosto de 1952, en el transcurso de las exploraciones de la sima Lepineux (Erronkari), el occitano Marcel Loubens cae al soltarse el anclaje del cable que le izaba, sufriendo fracturas múltiples y entrando en coma. Un numeroso grupo de espeleólogos trabaja durante casi dos días para sacarle de la sima, pero pese a los cuidados de un médico acaba falleciendo dentro de la cavidad. Debe ser enterrado allí mismo y su cuerpo será extraído dos años después.
  • El 24 de Julio de 1971, durante las exploraciones de la sima Lonne-Peyret (Zuberoa), Félix Ruiz de Arkaute (SCN Aranzadi) sufre un percance con el autoseguro mientras remonta una cascada. Imposibilitado para desbloquearse, sus compañeros no consiguen ayudarle -uno de ellos se fractura los tobillos en el intento- y, colgado bajo el agua helada, muere por la hipotermia y la presión del arnés. Los trabajos para extraer su cadáver se prolongan durante tres días.

Es tras el accidente de Ruiz de Arkaute, figura clave de la espeleología vasca, en que los exploradores subterráneos se plantean seriamente organizar el salvamento en cuevas. La iniciativa parte de los espeleólogos reunidos en Larraitz el 7 de Noviembre de 1971 para rendir homenaje a su colega y maestro. En este acto se proponen poner los medios para una actuación rápida y eficaz en casos similares y el desarrollo de técnicas de progresión seguras que minimicen el riesgo de accidente.

En 1973, miembros del Grupo Espeleológico Vizcaíno acuden al VI Congreso Internacional de Olomouc (Checoslovaquia), donde tienen ocasión de aprender técnicas de salvamento en cuevas. Un mes más talde y en colaboración con el Grupo Espeleológico Alavés organizarán los I Ejercicios Vasco-Navarros de Salvamento en Mairuelegorreta, con la asistencia de 25 espeleólogos pertenecientes al GEV, GEA, Club Deportivo Eibar y Aloña Mendi Espeleologia Taldea. A finales de ese mismo año los espeleólogos del País Vasco Sur se reúnen en el Palacio de la Diputación de Vitoria-Gasteiz y esbozan el primer sistema de organización intergrupal ante un caso de accidente.

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Foto Sergio Laburu (Simulacro en Artekona Galdames)

Muestra de esta inquietud será que durante los años 1974, 1975 y 1976 las Jornadas Vasco-Navarras de Espeleología sirvan de marco para la discusión y establecimiento de normas de prevención de los riesgos de la exploración subterránea. Los avances, no obstante, son escasos: a la falta de medios materiales (p. ej. camillas) se suma el empleo de material rudimentario (escalas, cables, cuerdas de cáñamo, buzos de algodón, botas de cuero…), con lo que las posibilidades de actuación ante eventuales accidentes siguen siendo claramente insuficientes. Únicamente los espeleólogos que trabajan en el karst de Larra tienen cierto contacto con el Espeleosocorro Francés a través del ARSIP, aunque estos conocimientos apenas son llevados a la práctica.

Otro factor que sin duda frena el desarrollo del Espeleosocorro Vasco es la duplicidad de las estructuras de rescate en el País Vasco Sur. A principios de los años 70 encontramos por un lado a la UEV, cuyas técnicas (camillas de cuerda, etc) están para entonces obsoletas; por otro lado está la Federación de Espeleología (bajo sus diferentes denominaciones), con un mayor nivel organizativo y técnico gracias a sus contactos con grupos de socorro foráneos. Esta situación se mantendrá hasta que, tras diversos rescates en los que participan espeleólogos de ambas agrupaciones, se produzca un acercamiento que propiciará una colaboración más estrecha.

1984 marca un hito en la historia del Espeleosocorro Vasco con el accidente del espeleobuceador Pierre Boissard en la Red del Silencio (Cantabria). Su rescate, de gran envergadura, implica a unos 150 espeleólogos de diferentes comunidades y el transporte de la camilla a lo largo de 12 km se desarrolla a lo largo de más de 36 horas. En el transcurso del mismo, los espeleólogos vascos tienen ocasión de comprobar la capacidad organizativa y técnica del Espeleosocorro Francés que coordina la operación; a partir de entonces lo adoptarán como modelo a seguir.

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Foto Sergio Laburu (Simulacro en Artekona Galdames)

En 1985 las diferentes estructuras de socorro vascas se unifican bajo las siglas EEL (Euskal Espeleo Laguntza). Tras el rescate de la Red del Silencio, los Jefes de Equipo pasan por un período intenso de reflexión y encuentros técnicos, en el que se aplican los nuevos conocimientos en pruebas y simulacros. Fruto de esta experiencia es el Manual de Técnicas de Espeleosocorro editado en 1985, muy bien acogido tanto en Euskal Herria como fuera de ella y que ha sido reeditado varias veces.

 A partir de la década de los 90, los Grupos de Rescate Profesionales toman mayor protagonismo en el País Vasco Sur. Efectivamente, las unidades de intervención especial de los diferentes cuerpos de Policía y Bomberos amplían su actividad en los accidentes espeleológicos. Esto supone sin duda una mejora en la situación ya que desde entonces la mayoría de los rescates (que se dan en cavidades sencillas o cerca de las bocas) serán resueltos por estos grupos profesionales. No obstante, nuestra labor sigue siendo necesaria en rescates de gran envergadura que sobrepasan la capacidad de estas Unidades, no muy numerosas en efectivos ni coordinadas entre sí. La enorme cantidad de medios humanos que puede concurrir en operaciones complejas hace que el papel de los espeleosocorristas voluntarios sea esencial tanto a nivel organizativo como operativo. Es más: aparte de la estructura local (EEL en este caso), frecuentemente hay que recurrir al apoyo de las organizaciones de Espeleosocorro de las comunidades adyacentes.

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Foto Sergio Laburu (Simulacro en Artekona Galdames)

Precisamente el accidente de la sima Iturritze (Aulestia, Bizkaia) de 1991 servirá para articular esta colaboración de voluntarios y profesionales. En este rescate colaboramos EEL, artificieros de la Guardia Civil y efectivos de Bomberos de Bilbao, poniendo a prueba a prueba nuestra capacidad organizativa y abriéndose las puertas a la colaboración con las instituciones de Protección Civil. Así, en 1994 se firma el convenio de colaboración entre la UEV y la Dirección de Atención de Emergencias de la Comunidad Autónoma Vasca, por medio del cual la UEV pone su estructura de espeleosocorristas voluntarios (EEL) a disposición del Gobierno Vasco, quien a cambio la apoya y financia.

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Foto Sergio Laburu (Simulacro en Artekona Galdames)

Esta situación ha potenciado considerablemente nuestros programas anuales de formación, entrenamiento e infraestructura. El aumento de capacidad de los nidos de material ha conllevado poder afrontar objetivos más ambiciosos; se ha mejorado la seguridad de los socorristas mediante la revisión y renovación periódica de los materiales de salvamento; y se ha podido incrementar el fructífero contacto con el Espeleosocorro Francés.

Actualmente el EEL cuenta con unos 80 espeleólogos entre Coordinadores, Especialistas y Socorristas, operando como una comisión de la UEV-EEE con plena autonomía técnica, operativa y financiera para cumplir su misión de rescate en cavidades.